lunes, 7 de octubre de 2019

Reflexión 4 de octubre


Este viernes 4 de octubre, hemos continuado con la estructura de nuestras clases dinámicas.
La puesta en marcha, en la que nos reconocemos, es la primera fase. Hemos comenzado con el juego de pasarnos la energía con la mano derecha, hacia la persona que estaba a nuestra izquierda diciendo “HIA”. A esta actividad íbamos añadiendo cosas conforme avanzaba. Al decir “GAFIS”, botaba a la siguiente persona el turno del pase; “FIS” significaba pasar la energía igualmente, pero mirando fijamente a la persona como una serpiente; cuando alguien decía “FRISBEE”, lanzaba de forma imaginaria un frisbee tres veces, y el resto de la clase lo tenía que seguir con la mirada diciendo “ooohh”; y la palabra “HONDO” conllevaba el cambio de dirección de la energía.
Por último, cuando alguien nombraba la palabra “BONSAI” mediante un gesto de paz finalizado en unas manos abiertas y mirando a una de las personas que tenía a su costado, había que construir una frase entre toda la clase, ¿de qué manera? cada miembro del grupo decía una palabra. Así, la persona a la que había mirado la compañera o compañero que había pronunciado la palabra “bonsai”, comenzaba.

En la fase de sensibilización hemos hecho diferentes actividades:
-          La primera consistía en caminar por toda la clase imaginando que caminábamos sobre aceite, piedras y barro, representando gráficamente cada una de las maneras de caminar elegidas por diferentes miembros del grupo.
-          Continuamos formando un banco de peces, donde un pez dirigía y los demás lo seguíamos. Primero, el pez que marcaba el camino era elegido. La persona pasaba el mando a otra diciendo su nombre. Después, de forma voluntaria y en silencio, quien quería tomaba la iniciativa de ser el pez guía, hasta que otra persona hacía lo mismo.
-          Después nos quedamos quietos y quieras conforme estábamos e intentamos respirar todos y todas a la vez, en silencio, oyendo las respiraciones e intentando hacer de todas, una.
-          Finalmente, hicimos una dinámica de abrazos. La disposición espaciotemporal se basó en hacer dos filas y, en parejas, ponerse una enfrente de la otra. Una fila, es decir, una persona de la pareja, se acercaba a la otra, y si notaba que su pareja le pedía un abrazo con la mirada, ella o él se lo daba (la otra persona se quedaba quieta), sino, no pasaba nada y se volvía a su sitio sin haberle dado el abrazo. Lo mismo hizo la otra fila. Luego, los dos se dieron un abrazo mutuamente. Personalmente, fue la dinámica que más nos gustó y la más cercana, pues tanto al recibir como al dar el abrazo, sentimos que conocíamos a la otra persona de toda la vida y que, como compañera/o, con ese abrazo, nos decía que estaba ahí para lo que nos hiciera falta.

Teatro del oprimido, última fase de la sesión:
Cada persona tenía que pensar en una situación de opresión, o bien personal, o bien de alguna otra persona, pero que hubiera visto o vivido. A continuación, en parejas, se contaba una persona a otra esa situación y elegían la que más “les gustara”. Después, nos unimos a otra pareja y nos contó la que habían elegido para elegir la suya o la nuestra. Así fue, sucesivamente hasta quedarnos en cuatro grandes grupos con una situación de opresión.
Todo ello tenía un sentido, y es que teníamos que representarla en una imagen.
Por cuestión de tiempo, sólo un grupo pudo representar su situación. La imagen que formaron los miembros del grupo representaba a una niña inmigrante en clase siendo oprimida por un compañero, mientras que los demás compañeros y compañeras no decían nada y la profesora, tampoco.
El resto de compañeros y compañeras observábamos la imagen y, les preguntamos a varios personajes qué sentían y pensaban en ese momento, metidos en el papel correspondiente. Después de ello, a la profesora, al compañero principal que causaba la opresión, al resto de alumnxs y a la oprimida, les pusimos un ángel y un demonio. Esos ángeles y demonios éramos el resto de la clase. Voluntariamente salieron personas para hacer esos papeles de “ángel” y “demonio” según cada persona”.
Por último, voluntariamente también, una persona o varias salieron a cambiar la imagen para que no hubiera opresión.

Si nos preguntan cómo definiríamos esta clase, diríamos que fue muy dura, intensa, emotiva y, sobretodo, cercana; pero emocionante.
Con este tipo de actividades, y sobre todo a través del teatro, en este caso del oprimido, podemos reflexionar sobre la vida cotidiana, sobre una situación concreta, e ir desmenuzándola y reflexionando sobre ella para ver las diferentes necesidades, oportunidades, los diferentes caminos para resolverla…y a partir de ahí actuar.
















Lucía Rodenas Martínez.

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