Este viernes 4
de octubre, hemos continuado con la estructura de nuestras clases dinámicas.
La puesta en
marcha, en la que nos reconocemos, es la primera fase. Hemos comenzado con el
juego de pasarnos la energía con la mano derecha, hacia la persona que estaba a
nuestra izquierda diciendo “HIA”. A esta actividad íbamos añadiendo cosas
conforme avanzaba. Al decir “GAFIS”, botaba a la siguiente persona el turno del
pase; “FIS” significaba pasar la energía igualmente, pero mirando fijamente a
la persona como una serpiente; cuando
alguien decía “FRISBEE”, lanzaba de forma imaginaria un frisbee tres veces, y
el resto de la clase lo tenía que seguir con la mirada diciendo “ooohh”; y la
palabra “HONDO” conllevaba el cambio de dirección de la energía.
Por último,
cuando alguien nombraba la palabra “BONSAI” mediante un gesto de paz finalizado
en unas manos abiertas y mirando a una de las personas que tenía a su costado,
había que construir una frase entre toda la clase, ¿de qué manera? cada miembro
del grupo decía una palabra. Así, la persona a la que había mirado la compañera
o compañero que había pronunciado la palabra “bonsai”, comenzaba.
En la fase de
sensibilización hemos hecho diferentes actividades:
-
La primera consistía en caminar por toda la
clase imaginando que caminábamos sobre aceite, piedras y barro, representando
gráficamente cada una de las maneras de caminar elegidas por diferentes
miembros del grupo.
-
Continuamos formando un banco de peces, donde un
pez dirigía y los demás lo seguíamos. Primero, el pez que marcaba el camino era
elegido. La persona pasaba el mando a otra diciendo su nombre. Después, de
forma voluntaria y en silencio, quien quería tomaba la iniciativa de ser el pez
guía, hasta que otra persona hacía lo mismo.
-
Después nos quedamos quietos y quieras conforme
estábamos e intentamos respirar todos y todas a la vez, en silencio, oyendo las
respiraciones e intentando hacer de todas, una.
-
Finalmente, hicimos una dinámica de abrazos. La
disposición espaciotemporal se basó en hacer dos filas y, en parejas, ponerse
una enfrente de la otra. Una fila, es decir, una persona de la pareja, se
acercaba a la otra, y si notaba que su pareja le pedía un abrazo con la mirada,
ella o él se lo daba (la otra persona se quedaba quieta), sino, no pasaba nada
y se volvía a su sitio sin haberle dado el abrazo. Lo mismo hizo la otra fila.
Luego, los dos se dieron un abrazo mutuamente. Personalmente, fue la dinámica
que más nos gustó y la más cercana, pues tanto al recibir como al dar el
abrazo, sentimos que conocíamos a la otra persona de toda la vida y que, como
compañera/o, con ese abrazo, nos decía que estaba ahí para lo que nos hiciera
falta.
Teatro del oprimido,
última fase de la sesión:
Cada persona
tenía que pensar en una situación de opresión, o bien personal, o bien de
alguna otra persona, pero que hubiera visto o vivido. A continuación, en
parejas, se contaba una persona a otra esa situación y elegían la que más “les
gustara”. Después, nos unimos a otra pareja y nos contó la que habían elegido
para elegir la suya o la nuestra. Así fue, sucesivamente hasta quedarnos en
cuatro grandes grupos con una situación de opresión.
Todo ello tenía
un sentido, y es que teníamos que representarla en una imagen.
Por cuestión de
tiempo, sólo un grupo pudo representar su situación. La imagen que formaron los
miembros del grupo representaba a una niña inmigrante en clase siendo oprimida
por un compañero, mientras que los demás compañeros y compañeras no decían nada
y la profesora, tampoco.
El resto de
compañeros y compañeras observábamos la imagen y, les preguntamos a varios
personajes qué sentían y pensaban en ese momento, metidos en el papel
correspondiente. Después de ello, a la profesora, al compañero principal que
causaba la opresión, al resto de alumnxs y a la oprimida, les pusimos un ángel
y un demonio. Esos ángeles y demonios éramos el resto de la clase.
Voluntariamente salieron personas para hacer esos papeles de “ángel” y “demonio”
según cada persona”.
Por último,
voluntariamente también, una persona o varias salieron a cambiar la imagen para
que no hubiera opresión.
Si nos preguntan
cómo definiríamos esta clase, diríamos que fue muy dura, intensa, emotiva y, sobretodo,
cercana; pero emocionante.
Con este tipo de
actividades, y sobre todo a través del teatro, en este caso del oprimido,
podemos reflexionar sobre la vida cotidiana, sobre una situación concreta, e ir
desmenuzándola y reflexionando sobre ella para ver las diferentes necesidades,
oportunidades, los diferentes caminos para resolverla…y a partir de ahí actuar.
Lucía Rodenas Martínez.
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